Stanley Donen rueda en 1954 la película
musical "Siete novias para siete hermanos" ("Seven brides for
seven brothers", protagonizada por Howard Keel y Jane Powell. La
película se centra en el mito de "el rapto de las sabinas" adaptado a
un escenario de western americano. Adam Pontabee vive en las montañas de
Oregón junto con sus brutos y rudos hermanos, todos ellos leñadores. Un
día baja a la ciudad y regresa con una preciosa esposa llamada Millie.
Con una mujer en casa tienen que aprender a mejorar sus modales.
Pero los hermanos de Adam también quieren tener esposas, así que despues
de oír el mito del rapto en Roma por los hombres de Rómulo de las hijas de los sabinos, el pueblo vecino, deciden emularlos,
y bajan al pueblo a raptar a sus futuras esposas.
"Tu el
primero instauraste, Rómulo, los afanosos juegos, cuando el rapto de las
sabinas vino bien a varones sin esposa. Entonces ni se cernían toldos sobre el
marmóreo teatro, ni la escena se ponía roja de luciente azafrán; allí las ramas
que diera el bosque Palatino, sencillamente colocadas, hicieron de desmañando
escenario; el pueblo se sentó en graderíos hechos de césped, en tanto que hojas
cualesquiera cubrían desgreñadas melenas.
Vuelven la cara y
con los ojos señalan la muchacha que cada cual para sí quiere, y en el secreto
de su corazón la zozobra es mucha; y mientras que acompañado por agreste tonada
de flautista etrusco, el bailarín bate tres veces con su pie el suelo allanado,
en medio de los aplausos (los aplausos entonces eran desmañados), el rey dio la
señal del rapto al tiempo que el pueblo se la pedía.
Al punto se
levantan revelando en sus gritos de coraje y echan sus manos ansiosas sobre las
doncellas. Como huyen las palomas, el tropel más temeroso, de las águilas, y
como huye al verlos la cordillera de los lobos, así ellas se asustaron de
hombres asaltándolas sin ley: a ninguna le quedó el color que antes tuviera. Y
es que el temor era uno solo, la cara del temor no era una sola: parte se mesa
los cabellos, arte se queda quieta sin sentido; la una calla pesarosa, en vano
llama la otra a su madre; esta se lamenta, estupefacta se queda aquella, esta
se para, la otra huye.
Robadas se
llevan a las muchachas, nupcial botín, y tal vez el pudor le sentó bien a
muchas. Si alguna acaso se resistía demasiado y decían que no a su compañero,
el hombre la tomaba en volandas sobre su pecho ansioso y así le decía:
"¿Por qué echas a perder con lágrimas tus delicados ojos? Lo que tu padre
es para tu madre, eso seré yo para ti". Rómulo, supiste como nadie dar a
tus soldados ventajas: si a mí me das tales ventajas, pronto seré tu
soldado." Ovidio. El arte de amar. Madrid, 1995.
¡Me encanta esa peli! y no tenía ni idea de esto. Gracias por ilustrarnos :)
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